La sonda MESSENGER lleva dos años
orbitando en torno a Mercurio, obteniendo magníficas imágenes del
planeta más cercano al Sol. Algunas fotografías muestran un cuerpo
salpicado de cientos de cráteres, pero en otras imágenes se pueden
apreciar otro tipo de superficies lisas con largas paredes y grandes
depresiones sin los rasgos abruptos típicos de las colisiones de meteoritos.
Las
texturas aterciopeladas son el resultado de la estratificación
generalizada de partículas finas, cuyo origen no se deben a ningún
impacto. Este material procede del subsuelo de Mercurio pero no ha sido
eyectado a raíz de la colisión con un meteorito, sino que procede de
explosiones volcánicas. Así, lo que vemos en la fotografía superior,
tomada en julio de 2012, no es un cráter de impacto, sino una chimenea
volcánica.
Esta
depresión cuenta con unos 36 kilómetros de diámetro en su parte más
ancha y se encuentra situada al noroeste de la cuenca Rachmaninoff. Está
rodeada por un manto liso cubierto por un material de alta
reflectancia, procedente de las erupciones volcánicas que asolaron la
zona y que cubrieron este área.
Otra estructura de origen similar localizada en Mercurio se encuentra en la Cuenca Caloris y tiene forma de corazón. El material de su superficie, limpio y brillante, es un signo revelador de que procede de una explosión volcánica. Además en la zona no hay rebordes irregulares característicos de un impacto. Los numerosos cráteres pequeños que se ven en el interior de la rejilla de ventilación y en la superficie lisa que lo rodean habrían sido causados por impactos de meteoritos que ocurrieron tiempo después de la erupción.
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